yendo los saurios

sábado, 23 de diciembre de 2006

adoquines y deseos

(texto perteneciente de la revista "El Angel de Lata", editorial "Los vuelos rasantes del angel delator" de noviembre de 2006)

Vertical y filosa, la vidriera es la guillotina de las tentaciones. Sólo pueden atravesarla sin riesgo y con relativo éxito, las miradas, el dinero, las tarjetas de crédito y los adoquines. Y tal vez los deseos. Porque el deseo aferra lo que quiere antes que la mano, y una vez que lo aferra no lo suelta y se pone a convencer a la mano que vaya a buscar lo que parece suyo pero no es suyo. Si lo miro fijo me lo veo puesto, si me lo veo puesto me parece mío y cuando es mío desaparecen todas las vidrieras del mundo. Pero no siempre el deseo convence a la mano y por lo tanto, tampoco desaparecen todas las vidrieras del mundo, solo tal vez. Un tal vez que depende del empeño de la mirada, de la vileza del metal, de la solvencia del crédito o de la bravura de los adoquines.

Muy mal bicho el que inventó las vidrieras. Porque hay que ser mal bicho para dejar pasar a los ojos y no dejar pasar a la gente. Uno va de lo más conforme por ahí con lo puesto y de golpe, detrás del hielo invisible de los vidrios, nos chista el calorcito que despide la tentación de algo que quiere tener el que tiene, y algo menos que no tiene el que no tiene.

Todo parece indicar que entre el desprevenido deseante y el objeto deseado no hay más que un paso, pero no, primero están los vidrios de las vidrieras, como un tajo azul en la sangre roja avisando que mantengamos una prudencial distancia. ¿O me vas a decir que nunca te acercaste tanto para ver mejor el objeto deseado que te terminaste comiendo la vidriera con la frente? Ahí es cuando aprendemos que el vidrio no se rompe si no lo rompe uno, y siempre después de que las vidrieras nos hayan hecho añicos el cristal de los deseos.

Las vidrieras del tercer mundo son las ventanas del primero. De aquel lado están los deseos cumplidos, las Nike Rival Shox Leather, los Lee Bootcut Original, las Barbies Gerl Fashion Fiver, las hamburguesas dobles de Mac Donald's y la madre que los parió. De este lado, los deseos propiamente dichos (o sea, lo que aun no están cumplidos), la paciencia de los pies descalzos, la esperanza del pantalón emparchado, las manos vacías de las muñecas mancas, la moneda ausente, el pan de ayer, el hambre para mañana, la ñata contra el vidrio y la pura calle.

Las vidrieras tendrían que ser de agua, de agua colgada para poder pasar, mojado aunque sea, pero poder pasar. Que al pobre se le moje la ropa y al rico las tarjetas de crédito y a ver quién paga más efectivo. O que los deseos sean adoquines, y a ver quién desea más fuerte. O que las vidrieras estén siempre empañadas para que, al menos, el que no quiera ver que no vea, y el que quiera ver que tenga que pasar la mano por el vidrio para desempañar la realidad y, al mismo tiempo, palpar el límite entre el puedo y el no puedo, entre el Christian Dior cash y la mortadela fiada, entre la vidriera y vos.


(las ilustraciones son de El Tomi)

(texto especial para estas épocas voraces navideñas que corren...)

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