perforada

"Uy, qué bueno que se siente, qué lindas cosquillas", le digo al tipo mientras pasa un hisopo para levantar la última gotita de sangre. "Qué sensibilidad!"
Emiliano, de guantes blancos, brazos tatuados y la cara llena de acero, me dice: "viste flaca, uno al principio se los pone por estética, pero cuando descubre la sensibilidad que esto causa, termina volviendo..."
Y sí, es una invitación al más allá, seguro!

Como ven, amigos y amigas, me acabo de perforar la nariz. Ahora, sensibilidad olfativa agudizada, tengo terribles ganas de aspirar la vida (y de andar metiendo el hocico sin que me llamen, también, es un riesgo...)


Y afirmo: luego de un tatuaje en la espalda y luego de un agujerazo en la nariz, no sigue existiendo nada peor que el dentista. Nada.

(gracias Homero por el regalito de navidad!) (asombroso descubrimiento atrás de todo ese arte: Emiliano era compañerito de escuela de mi hermano el Manolo, mirá vos, otro chico de barrio...)