yendo los saurios

sábado, 31 de marzo de 2007

parte de enferma: laberíntica

Algo así como subirse a una vertiginosa calesita, rápida muy rápida de chicos que corren y empujan, y haciendo un gran esfuerzo me sujeto (establecerme sujeto) bien fuerte para no caer a causa de la fuerza centri-fuga, que me fuga, que me expulsa a los confines del parque (hoy seguramente lleno de charcos y barro). De pronto todo frena, pero el centro-equilibrio aún se desconcierta, tambaleante vértigo, aun gira el horizonte en movimiento, los días, las horas...
Me decía Máximo Nesta que cuando uno se emborracha, no hace más que entrar en la sintonía del movimiento universal, una suerte de percepción natural del fluir, del acunarse indefenso, desnudo, en la inmensidad del cosmos pero sin miedo (impertérritos).

Laberintitis, inflamación del oído medio, el giro alocado que frena y la inercia que mantiene mi cuerpo en órbita fantasmal. La curda interminable, sin resacas, sin dolores, confusa, alterada. Laberíntica, Teseo (Deseo) tanteando en la oscuridad el hilo de Ariadna que lo salve del centro famélico voraz Minotauro que todo lo destruye. Laberíntico deseo que busca la salida, el rapto fugaz liberador, el sostenerse en su propio tiempo incalculable, el fin de la cordura (abozaleada), el placer dispar de estallar pérdida y ganancia, como todo en la vida.

(en la línea mortal del equilibrio, haciendo carne el poema de Vallejo)



(y estos días de lluvia feroz que no ayudan...)
(y estos días de amores mojados que no ayudan...)

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