bibliotecas surtidas
-Ofrecele algo al señor, nena- me dice mi compañera La Loren, ante mi mandíbula desencajada boquiabierta lenguafuera efecto de la visión sobre el escultural lomo del técnico de Sparkling, por dios. Estuvimos 20 días berrincheando que no andaba el aparato, que se chorreaba el agua, que saltaba la térmica. Mis furibundas compañeras sin poder hacerse un moscaccino o capucchino o cualquier otro tipo de infusión chocolatosa. Y de pronto llega el tipo y no hago más que orbitarle alrededor a ver dónde va ese cuchuflo, qué cosa interesante, ah y eso conecta el agua? mirá vos... y eso para qué sirve...? (la abstinencia me ha quemado alguna neurona, lo admito). El arreglador de Sparkling, que bien podría ser jugador de futbol americano o bien podría haber sido vikingo en otra vida, demostró sus habilidades reparadorísticas pero no... enchufa con suavidad y ooobvio, yo sabía: amigo, me hiciste saltar la térmica de toda la biblioteca! El tipo aceptó su derrota: contra la serpentina no hay nada que hacer, que viene mañana y que cambia todo el equipo. Eficiencia que le dicen, así da gusto.
La Loren insiste: "Es buena esta piba, eh" le dice a cada hombrecito más o menos en edad de merecer que viene a la biblioteca. A los chicos del centro de estudiantes ya los tiene avisados: "Esta piba es una grosa, en serio..." Alma de casamentera tiene La Loren. Una ídola.
El pibe del centro de estudiantes
Viene a supervisar la nueva biblioteca subterranea que remontó y pregunta por los libros viejos que quedaron en la mudanza de los 90 (desactualizados e inútiles) porque quiere recuperarlos para los estudiantes, y pide las tesinas para consultar en sala (que son nuestra debilidad por lo inclasificables e inordenables), las hojea y las devuelve. Y exige listados de libros de una donación del exterior y pregunta por la seguridad de las instalaciones eléctricas y los techos que se llueven. Obviamente mis compañeras lo odian, es demasiado metiche.
Hoy vi como le decía a los albañiles que suspendieron sus tareas para descansar: "qué esperamos para arreglar los techos, eh? si tenemos las chapas, tenemos gente laburante, que falta eh? díganme en qué los ayudo..." y los tipos lo miraban sorprendido (sí, seguramente también lo odian)
Sin dudas, a mi me re re re re gusta el chico del centro de estudiantes, a pesar de su ingenuidad a prueba de empleados públicos. Capaz que algún dia hasta le acepte un mate en la mesita de la entrada.
30 años no es nada
En la biblioteca el tiempo se detiene, se amontona, se superpone. Mis compañeras son compañeras entre sí desde hace 30 años, vieron como se ennoviaban, se casaban, nacían sus hijos, enviudaban, se divorciaban... toda una vida. Y hoy por hoy, todas se pelean, todas se odian, la polución del papel ha hecho estragos en sus relaciones, sin dudas. Esta mañana llegó a la Biblioteca "la revendedora de Avon" y me trajo mi crema facial antiedad, antiarrugas. Esta mismísima noche la empiezo a usar, snif...
La Loren insiste: "Es buena esta piba, eh" le dice a cada hombrecito más o menos en edad de merecer que viene a la biblioteca. A los chicos del centro de estudiantes ya los tiene avisados: "Esta piba es una grosa, en serio..." Alma de casamentera tiene La Loren. Una ídola.
El pibe del centro de estudiantes
Viene a supervisar la nueva biblioteca subterranea que remontó y pregunta por los libros viejos que quedaron en la mudanza de los 90 (desactualizados e inútiles) porque quiere recuperarlos para los estudiantes, y pide las tesinas para consultar en sala (que son nuestra debilidad por lo inclasificables e inordenables), las hojea y las devuelve. Y exige listados de libros de una donación del exterior y pregunta por la seguridad de las instalaciones eléctricas y los techos que se llueven. Obviamente mis compañeras lo odian, es demasiado metiche.
Hoy vi como le decía a los albañiles que suspendieron sus tareas para descansar: "qué esperamos para arreglar los techos, eh? si tenemos las chapas, tenemos gente laburante, que falta eh? díganme en qué los ayudo..." y los tipos lo miraban sorprendido (sí, seguramente también lo odian)
Sin dudas, a mi me re re re re gusta el chico del centro de estudiantes, a pesar de su ingenuidad a prueba de empleados públicos. Capaz que algún dia hasta le acepte un mate en la mesita de la entrada.
30 años no es nada
En la biblioteca el tiempo se detiene, se amontona, se superpone. Mis compañeras son compañeras entre sí desde hace 30 años, vieron como se ennoviaban, se casaban, nacían sus hijos, enviudaban, se divorciaban... toda una vida. Y hoy por hoy, todas se pelean, todas se odian, la polución del papel ha hecho estragos en sus relaciones, sin dudas. Esta mañana llegó a la Biblioteca "la revendedora de Avon" y me trajo mi crema facial antiedad, antiarrugas. Esta mismísima noche la empiezo a usar, snif...
Etiquetas: ay el amor, monólogos, mujeres, trabajo
2 Comentarios:
A la/s 3/13/2007 5:06 p. m., Anónimo dijo...
Tus compañeras de biblioteca no solo se odian entre sí, también odian a todo el mundo, je. Son medias bravas.
A la/s 3/14/2007 1:05 a. m., Anónimo dijo...
del odio al amor... No creo que nos una el odio. el odio desune y nosotras somos un puñado de voluntariosas que queremos tener la razon en todo. Todas caciques... Pero no odiamos a nadie, amamos mucho, estas equivocado Andres. Somos muy pasionales y eso hace saltar chispas, pero no se, he visto cosas peores
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