exquisito gourmet

Hace un tiempo, mi amiga Flavia tuvo problemas con su perro porque el tipo marcaba su territorio orinando y defecando en la puerta de entrada de la casa. De la casa de Flavia y su novio, claro está. Entonces, vino un entrenador y le dio la receta mágica: que le dieran de comer en ese lugar, porque por una cuestión instintiva, los animales "donde comen no cagan", como ya aseguraba el sabio refrán popular.

Pero no, hay gente obstinada que no entiende de instintos ni de asepsias y sigue insistiendo en llevar alimento perecedero al baño. Definitivamente no han quedado en el pasado las escenas donde al pretender agarrar el jabón en la ducha, despegaba del mismo un cáscara de salame, o bien recogía con asqueroso estertor los carozos de durazno del bidet.

Hace unos días llegué de imprevisto al departamento y descubrí sobre la bacha un sándguche de milanesa en su envoltorio de papel. Y a Homero sentado cómodamente en el inodoro. Y hoy, al manotear el cepillo de dientes para acicalar mi dentadura, casi tumbo un vaso con yogurth de frutilla. En el botiquín, sí.

Y bueno, los perros, gatos, elefantes, bisontes, cocodrilos y todo el resto de la fauna planetaria, donde me incluyo, no saben del placer que se pierden.