evolución de la vida mágica
Había una vez un lugar vacío, inhabitado, hueco, desolado.
Pero en una ventana un nido.
En una ventana un nido y en el nido, una apenas si paloma, a cuesta paloma con dos huevos.
Y un día vine yo con mis pocos muebles verdes y los bolsos desesperados, sin dormir sin sueños.
Y tras una noche de una atroz tormenta que llenó de agua los rincones de una muerte terrible, una mañana llegó la gata más mimosa que la cuide, que la cuide.
Un día la gata instintiva se comió un huevo.
Otro día se fue la apenas si paloma y yo saqué el nido suicidario. Suicidio de andén debajo de las ruedas del tren fantasma.
Puse una maceta lengua para que no vuelva apenas si ausencia y la gata no nos mate de tristeza de nuevo.
Un día se fue la gata sin dormir encerrada, se fue sin más.
Un tiempo después entré la maceta lengua al lado del sillón sin paz.
Una tarde traje el gato impreso en papeles de colores, un gato que me mira en la silla en la mesa sin mí, todavía sin mí.
La más paloma volvió y reconstruyó su nido. Un poco más paloma puso dos huevos, blancos, reciclados a estrenar.
Hoy asomo mi nariz por la ventana y los veo, chiquitos, chiquititos, respirando agitados, preparando sus alas, moviendo sus picos, balbuceando palabras nuevas ¡palabras nuevas! llenas de vida nueva. Pulsión de vida que impulsa las plumas del vuelo, del despegue sin miedo del vuelo manso. Hoy asomo mi nariz y casi casi que estoy acá, casi que me materializo discurso nuevo acá en estas paredes en blanco de papel en blanco nuevo a estrenar.
("la magia de la vida, m i v i d a" me dicen por acá)
(una cuestión de saber acomodar las fichas, pienso yo) (y de magia, qué tanto)
Pero en una ventana un nido.
En una ventana un nido y en el nido, una apenas si paloma, a cuesta paloma con dos huevos.
Y un día vine yo con mis pocos muebles verdes y los bolsos desesperados, sin dormir sin sueños.
Y tras una noche de una atroz tormenta que llenó de agua los rincones de una muerte terrible, una mañana llegó la gata más mimosa que la cuide, que la cuide.
Un día la gata instintiva se comió un huevo.
Otro día se fue la apenas si paloma y yo saqué el nido suicidario. Suicidio de andén debajo de las ruedas del tren fantasma.
Puse una maceta lengua para que no vuelva apenas si ausencia y la gata no nos mate de tristeza de nuevo.
Un día se fue la gata sin dormir encerrada, se fue sin más.
Un tiempo después entré la maceta lengua al lado del sillón sin paz.
Una tarde traje el gato impreso en papeles de colores, un gato que me mira en la silla en la mesa sin mí, todavía sin mí.
La más paloma volvió y reconstruyó su nido. Un poco más paloma puso dos huevos, blancos, reciclados a estrenar.
Hoy asomo mi nariz por la ventana y los veo, chiquitos, chiquititos, respirando agitados, preparando sus alas, moviendo sus picos, balbuceando palabras nuevas ¡palabras nuevas! llenas de vida nueva. Pulsión de vida que impulsa las plumas del vuelo, del despegue sin miedo del vuelo manso. Hoy asomo mi nariz y casi casi que estoy acá, casi que me materializo discurso nuevo acá en estas paredes en blanco de papel en blanco nuevo a estrenar.
("la magia de la vida, m i v i d a" me dicen por acá)
(una cuestión de saber acomodar las fichas, pienso yo) (y de magia, qué tanto)
Etiquetas: ay el amor, domésticos, mi casa, zoológico
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