yendo los saurios

jueves, 5 de julio de 2007

Dr. B, psicoanalista

"Serpentínica u del bizcochero engifarada al tímpano", dice Vallejo, de palabras engirafadas al tímpano a mis tímpanos enroscados, donde las palabras brillan y caen por su propio peso, donde se marcan las marcas del discurso que me constituye que me duele que me fascina. Que me fascina esto que está acá adentro que pienso que despego como un chicle sintáctico sinestécito. Que estoy justo en el lugar donde quiero estar, que alguien me lo diga por favor! Él me lo dice, me lo dice y me lleva de paseo universal por mis propias partes muertas que tanto temo para verlas reflejadas desde adentro sin miedo para ponernos de acuerdo sobre la ingenuidad y el excepticismo oscilante que no queremos sobre los fundamentos y los ismos que no queremos, me lleva a hablar de la escritura de mi forma de concebirme en ella, de mis lectores (todos y cada uno de ustedes y no, todos en mi fantasia de la única persona que tiene capacidad decodificar mi discurso como fantaseo que lo haga y que aburrirla espantarla sería un gran hachazo a mi propio ego, ella ella ella), de mi puesta neúrotica en escena, de mi estética imprecisa inexplorada r-evolucionando, de mi obsesión hermenéutica por los libros que me impiden avanzar más de 4 páginas por hora, del inabarcable universo de la lectura secuencial, paradigmática, tangencial, de puntos de fuga en la lectura/estructura/literatura que me obsesiona, de mi discurso que me obsesiona de tu cuerpo como texto que me desespera no poder comprender del todo y me enloquece por eso. Me hace hablar de ella, del día que ella llegó arriba de aquel colectivo rumbo al trabajo, a romperme la cabeza familiar y escueta, a decirme que ella llegó antes que yo a este mundo y que "las cosas son así", que "es lo que hay" porque ella también está llena de partes muertas, de artes muertas, ella, sí, esa mujer que de tanto que lee que se aburre que se salta el tapial de su deseos y que vuelve a casa sin nada más que su ropa arrugada, sin nada más porque no hay nada más ¡¡no hay nada más, pobrecita!! o bien hay todo todo todo y la vida le queda chica para abarcar tanto tanto tanto ¡¡no le alcanza la vida!! Me hace hablar de los idilios imposibles de la literatura onírica pero del idilio posible el más grande que marca mi vida donde jamás hubo un trapito al sol, jamás una palabra fuera de lugar, que ¡mentira! que el excepticismo y la ingenuidad oscilan de nuevo. El Dr. B me atrapa en mis propias palabras ¿salir de la ingenuidad es caer en el excepticismo? persigue y me atrapa y despierta, está despierto y es rápido en su sillón, son pocos, pocos los que me atrapan y me despiertan. Hace un gran moño de mis palabras y me ata el pelo y me dice que cuente hasta diez que respire hondo. Y me desata esto. Y todavía tiene el tupé, tiene el tupé, já, de recomendarme un libro.

Le prometí engirafada sin poder parar de enroscar mi pelo maldita manía seductora psiconalista hombre que puedo decirle lo que jamás a una mujer, le prometí que tengo una cosa re importante que contarle pero le estoy dando forma en el discurso en mi cabeza como una metamorfosis kafkiana, que le voy a hablar sobre lo que está atrapado en una vieja remington que me pulsa pulsa pulsa a vivir. A vivir.


(y de cómo hoy no me mata el viento norte. No me mata el viento norte, he dicho)

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