los ovarios llenos
Hoy estuve toda la mañana hecha un ovillo sobre el calefactor de 8.000 calorías tiritando en la biblioteca, en actividad cerebral alfa interrumpida ocasionalmente para revolearle algún libro a algún estúpido estudiante despabilado en viernes. Maldito frío. Maldito cuerpo destemplado sin sangre ni pigmentos. Maldito trabajo de mañana de invierno en donde no quiero -no quiero- salir de la cama...
A la tarde me fui transformando en las mujeres de esa publicidad de ibuprofeno fem (como si las drogas entendieran de géneros), esas mujeres que le dan palizas a los autos, que agarran dedos de maridos con las puertas, que revuelven furiosas una oficina o un probador de ropa hasta ingerir la milagrosa pastilla que "nos salva a todos"... pero no, yo sin pastillas a la vista sigo mal balanceada de química interna. En mi laburo de la tarde tuve que desarmar 37 veces la impresora con los atasques de papel, y a lo último empujaba el tonner con pequeñas pataditas karatecas. Luego fue el turno de la abrochadora y doscientosmil papeles duros indomables que no me van a ganar, por más que doble todas las patas de los puntos ganchos, agarré guita y me fui al centro a dar por terminada la guerra con el maldito aparato: compré una abrichadora nueva de ganchos de bronce de 2 mm de grosor, y corránse del camino si no quieren que les encaje un ganchazo en la frente. Así abrochando el toro por las astas. Hasta los ovarios me tienen, sepanlón...
Y en la breve caminata hasta mi casa me imaginé boxeando unas cuantas caras de pelotudos y pelotudas que se me cruzaron en el camino, ni hablar de los grupetes de felices adolescentes que no sé qué tanto festejan, ya se van a avivar de que la vida es un grandísimo sorete, ya les va a tocar...
Mirando vidrieras, sin embargo, vi algunas cosas grosas que despertaron mi furiosa admiración. Cosas que quisiera tener entre manos para desarmarlas a tarascones, qué felicidad. Como una loca desquiciada a la voz de "groso!" me paré ante:
- Una publicidad de Puma con un puma, qué más, hecho de retazos de pelotas de cuero. Otra que patadas le daría, por tan hermoso animal. Vidriera de Sport 78.
- Un dinosaurio parado sobre su caja, enorme, plástico, articulado, en la vidriera de Tomy de Córdoba y Sarmiento
- Un vestido de los años 20 en la vidriera de Eiffel, Mina maniquí descabezada y exangüe chupada por mil dráculas. Groso. Muy.
- Lo más groso: vidriera de los coreanos de Córdoba y Laprida. Un perro longilineo dorado de yeso mal pintado con un hermoso moño de cinta argentina en el cuello, resabios del 25 de mayo, capaz. Eso es groso. Furioso y groso perro tercermundista de la decadente peatonal Córdoba.
A la gente que anda comprando pelotudeces de principio de mes: tengan proyectos personales si quieren sentirse satisfechos en la vida, qué vacío de todo, dios mio, tanta estupidez, como si unas botitas de Batistela o un librito fetiche de Ross pudieran evitar que a la noche se revuelquen insomnes en sus camas. Eso.
A la tarde me fui transformando en las mujeres de esa publicidad de ibuprofeno fem (como si las drogas entendieran de géneros), esas mujeres que le dan palizas a los autos, que agarran dedos de maridos con las puertas, que revuelven furiosas una oficina o un probador de ropa hasta ingerir la milagrosa pastilla que "nos salva a todos"... pero no, yo sin pastillas a la vista sigo mal balanceada de química interna. En mi laburo de la tarde tuve que desarmar 37 veces la impresora con los atasques de papel, y a lo último empujaba el tonner con pequeñas pataditas karatecas. Luego fue el turno de la abrochadora y doscientosmil papeles duros indomables que no me van a ganar, por más que doble todas las patas de los puntos ganchos, agarré guita y me fui al centro a dar por terminada la guerra con el maldito aparato: compré una abrichadora nueva de ganchos de bronce de 2 mm de grosor, y corránse del camino si no quieren que les encaje un ganchazo en la frente. Así abrochando el toro por las astas. Hasta los ovarios me tienen, sepanlón...
Y en la breve caminata hasta mi casa me imaginé boxeando unas cuantas caras de pelotudos y pelotudas que se me cruzaron en el camino, ni hablar de los grupetes de felices adolescentes que no sé qué tanto festejan, ya se van a avivar de que la vida es un grandísimo sorete, ya les va a tocar...
Mirando vidrieras, sin embargo, vi algunas cosas grosas que despertaron mi furiosa admiración. Cosas que quisiera tener entre manos para desarmarlas a tarascones, qué felicidad. Como una loca desquiciada a la voz de "groso!" me paré ante:
- Una publicidad de Puma con un puma, qué más, hecho de retazos de pelotas de cuero. Otra que patadas le daría, por tan hermoso animal. Vidriera de Sport 78.
- Un dinosaurio parado sobre su caja, enorme, plástico, articulado, en la vidriera de Tomy de Córdoba y Sarmiento
- Un vestido de los años 20 en la vidriera de Eiffel, Mina maniquí descabezada y exangüe chupada por mil dráculas. Groso. Muy.
- Lo más groso: vidriera de los coreanos de Córdoba y Laprida. Un perro longilineo dorado de yeso mal pintado con un hermoso moño de cinta argentina en el cuello, resabios del 25 de mayo, capaz. Eso es groso. Furioso y groso perro tercermundista de la decadente peatonal Córdoba.
A la gente que anda comprando pelotudeces de principio de mes: tengan proyectos personales si quieren sentirse satisfechos en la vida, qué vacío de todo, dios mio, tanta estupidez, como si unas botitas de Batistela o un librito fetiche de Ross pudieran evitar que a la noche se revuelquen insomnes en sus camas. Eso.
1 Comentarios:
A la/s 6/01/2007 11:34 p. m., La Loren dijo...
vos tendrias que hacer algo con esa furia, algo positivo para vos, algun arte marcial, alguna cosa que descargue ese impetu asesino, o salir de noche enmascarada a matar ancianitas nobles y temblorosas, no se... algo que te de placer por que es lo que te falta
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