domingo juan
Me desperté en zona sur, como tantas otras veces, cama improvisada en el piso y eso que nunca me quejé, y lo acompañé a mi papá a lavar el auto, por ahí por Necochea y Uriburu, donde lavan los autos sólos los guapos y la gente linda como mi viejo que va del Horacio y su mujer, cliente exclusivo.
Después fuimos a la panadería, por esas cosas empalagosas que jamás como, esos merengues de un lado, y del otro, y en el medio mucho dulce de leche o mucha crema con una guinda final, y yo que miro asqueada al momento del postre, pero no me quejo, mi papá me compra algo para mí exclusivamente, nena malcriada, lo admito. El placer más grande es llegar a casa con el paquete y mostrarle a mis hermanos: "¿lo ves? es mío, papá me lo compró para mí". Y empezamos a pelearnos, como corresponde ante severa provocación a los hermanos que se precien de tal.
Y aunque se quejaba que el auto está limpio que se llena de tierra, que lo pone en venta esta semana y así y todo le insistí y nos fuimos a Pueblo Ester al vivero del japonesito ese que vamos todos los años, todos los años desde hace años, una de las mejores mejores planificaciones de mañanas de domingos de los meses sin "r", los meses donde se transplantan y crecen y se arman los maceteros y el patio en la casa de mis viejos y donde yo armo mi balcón, pequeño balcón cantero con lo que pueda crecer en el inhóspito clima céntrico tapado de smog y con mucho/nada de sol.
Y me compré unos malvones re lindos, rojos y fuccias y unos pensamientos azules y amarillos para gusto de mi papá que es de Central que me lleva de paseo los domingos a la mañana. Qué nena malcriada, así da gusto.
Después fuimos a la panadería, por esas cosas empalagosas que jamás como, esos merengues de un lado, y del otro, y en el medio mucho dulce de leche o mucha crema con una guinda final, y yo que miro asqueada al momento del postre, pero no me quejo, mi papá me compra algo para mí exclusivamente, nena malcriada, lo admito. El placer más grande es llegar a casa con el paquete y mostrarle a mis hermanos: "¿lo ves? es mío, papá me lo compró para mí". Y empezamos a pelearnos, como corresponde ante severa provocación a los hermanos que se precien de tal.
Y aunque se quejaba que el auto está limpio que se llena de tierra, que lo pone en venta esta semana y así y todo le insistí y nos fuimos a Pueblo Ester al vivero del japonesito ese que vamos todos los años, todos los años desde hace años, una de las mejores mejores planificaciones de mañanas de domingos de los meses sin "r", los meses donde se transplantan y crecen y se arman los maceteros y el patio en la casa de mis viejos y donde yo armo mi balcón, pequeño balcón cantero con lo que pueda crecer en el inhóspito clima céntrico tapado de smog y con mucho/nada de sol.
Y me compré unos malvones re lindos, rojos y fuccias y unos pensamientos azules y amarillos para gusto de mi papá que es de Central que me lleva de paseo los domingos a la mañana. Qué nena malcriada, así da gusto.
Etiquetas: barrio, mi casa, mi familia, saudades
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