Dios es diferente
La iglesia católica opera de maneras misteriosas. Sus estrategias de dominación a veces han sido sorprendentes, a veces imperceptibles, pero siempre eficaces.
En el siglo XVI, en el afán "evangelizador" pasearon el librito sagrado por cuanta tienda, choza o pueblito encontraron, para meter con sangre ("la letra con sangre entra") las escrituras. Pero también metieron la letra con sangre en las grandes metrópolis, Tenochtitlan, el Cuzco, diezmaron pueblos enteros, que quedaron no sólo sin el presente, sino sin el pasado, y sin el futuro...
Luego vino la Santa Inquisición, y la caza de brujas, y el perseguimiento y castigo a todo aquel que contrariara la Fe.
Con el asentamiento de las ciudades latinoamericanas, con el advenimiento de lo que conocemos como "civilización", las estrategias fueron "civilizándose" pero no por eso fueron menos eficaces. Susurraron al oído de los grandes terratenientes, que en nombre de la moral y la decencia en la construcción de la Patria, esclavizaron a los campesinos, robaron las tierras, llenaron los bancos de sangre y dinero ajeno. También susurraron al oído de los terribles dictadores, estuvieron muy cerca de todos los gobiernos de facto, bendiciendo sus misas, poniendo en la boca de Videlas y Pinochets "el cuerpo sagrado de Cristo".
Lograron, a través del tiempo, crear, alimentar y fortalecer el imperio más grande de la tierra (sino el más grande), un imperio que lleva más de 2000 años.
Impercetiblemente moldearon cada una de nuestras mentes, por generaciones y generaciones, en los más profundo de nuestro discernimiento humano.
Deciden lo que se puede y lo que no se puede hacer. Se puede cerrar la boca ante el genocidio de pueblos enteros, pero no se puede despenalizar a una mujer que tiene que abortar, por ejemplo, el fruto de una violación.
Deciden lo que es legítimo, e ilegítimo. Fue y sigue siendo legítimo el robo indiscriminado del patrimonio cultural latinoamericano, pero es ilegítimo tener un hijo sin estar casada/o.
Deciden lo que es ético y lo que no. Es ético hacer un manto de silencio alrededor de un Storni, violador de menores, pero no es ético darle una muerte digna a alguien que vive conectado a aparatos por más de 15 años.
Deciden lo que es inofensivo ("una metáfora") de lo que no lo es. Fueron pura metáfora las escalofriantes palabras de Baseotto, pero es terrible que consideren a Argentina como un país sin libertad religiosa porque el gobierno no se retracta de su accionar para con el "poeta". Para mí, que un cura de alta alcurnia se refiera a terribles mecanismos de "desaparición" de personas no es un acto inocente e infortunado, sino más bien una incontinecia ideológica-genocida que le salta hasta por las orejas.
Estas conclusiones rabiosas he estado pensando en estos días, tan llenos de Papas moribundos y Papas muertos. Más allá de hacer un juicio sobre la vida de Juan Pablo II la cual desconozco, cada día estoy más convencida de que la "santa Iglesia" tiene muy poco que ver con Dios.
Hay más Dios en un plato de comida que en la Iglesia.
Hay más Dios en la gente que trabaja de sol a sol en terribles condiciones de explotación que en la Iglesia.
Hay infinitamente más Dios en los pibes de la calle que en la Iglesia.
En el siglo XVI, en el afán "evangelizador" pasearon el librito sagrado por cuanta tienda, choza o pueblito encontraron, para meter con sangre ("la letra con sangre entra") las escrituras. Pero también metieron la letra con sangre en las grandes metrópolis, Tenochtitlan, el Cuzco, diezmaron pueblos enteros, que quedaron no sólo sin el presente, sino sin el pasado, y sin el futuro...
Luego vino la Santa Inquisición, y la caza de brujas, y el perseguimiento y castigo a todo aquel que contrariara la Fe.
Con el asentamiento de las ciudades latinoamericanas, con el advenimiento de lo que conocemos como "civilización", las estrategias fueron "civilizándose" pero no por eso fueron menos eficaces. Susurraron al oído de los grandes terratenientes, que en nombre de la moral y la decencia en la construcción de la Patria, esclavizaron a los campesinos, robaron las tierras, llenaron los bancos de sangre y dinero ajeno. También susurraron al oído de los terribles dictadores, estuvieron muy cerca de todos los gobiernos de facto, bendiciendo sus misas, poniendo en la boca de Videlas y Pinochets "el cuerpo sagrado de Cristo".
Lograron, a través del tiempo, crear, alimentar y fortalecer el imperio más grande de la tierra (sino el más grande), un imperio que lleva más de 2000 años.
Impercetiblemente moldearon cada una de nuestras mentes, por generaciones y generaciones, en los más profundo de nuestro discernimiento humano.
Deciden lo que se puede y lo que no se puede hacer. Se puede cerrar la boca ante el genocidio de pueblos enteros, pero no se puede despenalizar a una mujer que tiene que abortar, por ejemplo, el fruto de una violación.
Deciden lo que es legítimo, e ilegítimo. Fue y sigue siendo legítimo el robo indiscriminado del patrimonio cultural latinoamericano, pero es ilegítimo tener un hijo sin estar casada/o.
Deciden lo que es ético y lo que no. Es ético hacer un manto de silencio alrededor de un Storni, violador de menores, pero no es ético darle una muerte digna a alguien que vive conectado a aparatos por más de 15 años.
Deciden lo que es inofensivo ("una metáfora") de lo que no lo es. Fueron pura metáfora las escalofriantes palabras de Baseotto, pero es terrible que consideren a Argentina como un país sin libertad religiosa porque el gobierno no se retracta de su accionar para con el "poeta". Para mí, que un cura de alta alcurnia se refiera a terribles mecanismos de "desaparición" de personas no es un acto inocente e infortunado, sino más bien una incontinecia ideológica-genocida que le salta hasta por las orejas.
Estas conclusiones rabiosas he estado pensando en estos días, tan llenos de Papas moribundos y Papas muertos. Más allá de hacer un juicio sobre la vida de Juan Pablo II la cual desconozco, cada día estoy más convencida de que la "santa Iglesia" tiene muy poco que ver con Dios.
Hay más Dios en un plato de comida que en la Iglesia.
Hay más Dios en la gente que trabaja de sol a sol en terribles condiciones de explotación que en la Iglesia.
Hay infinitamente más Dios en los pibes de la calle que en la Iglesia.
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