yendo los saurios

martes, 8 de marzo de 2005

pérdida de la inocencia

Yo nunca creí en Papá Noel o en los Reyes Magos. Y mucho menos en el ratón Pérez. Para ese entonces, yo ya sabía que tales personajes no existían y que sólo los niñitos inocentes y bobos se creían esas historias ridículas. Yo ya sabía que los regalos que traían estos personajes, en realidad se negociaban con los padres en el día a día, portándose bien, no peleando con los hermanos, comiendo la verdura, no haciendo berrinches o caprichos. Los padres nos extorcionaban, eso ya lo sabía. Para esas alturas de los hechos, mientras los otros niños esperaban ansiosos la llegada de Papá Noel el 24 a la noche, yo con mis 5 o 6 años a cuestas, ya tomaba cerveza, trabajaba como un burro, y frecuentaba la noche y sus perdiciones. Pero no siempre fue así, una vez hubo inocencia en esa mirada infantil.

El trágico suceso de la historia quiso que un día, sin más preámbulos, toda la verdad se mostrara sobre mis tiernos ojos infantiles, y de ahí, mi mirada sobre el mundo fue otra:

Saurita a los 4 años tenía la sana costumbre de tomar la leche por las tardes. La sentaban en la mesa redonda de nerolite anaranjado, en la cocina de la casa vieja, con azulejos cremitas con flores anaranjadas. La buena madre traía la taza, las galletas, y sacaba de la heladera el sachet de leche Cotar y llenaba la taza hasta el bordecito. Y Saurita entraba en silenciosa complicidad con la Vaca que ilustraba el sachet. Sí, en los viejos sachets de leche Cotar había una Vaca hermosa, sonriente, parada en dos patitas, como en puntitas de pie, vestida con una pollerita tutú, y en su mano tenía una bandeja con un vaso colmado de leche. En realidad, era la Vaquita esta la que le servía la leche a Saurita todos los días. Y Saurita insistía e institía a su madre: "mami, quiero ir a Cotar, quiero ir a ver a la Vaca que sirve la leche", "Mami, si yo voy a Cotar, vendrá la Vaquita a servirme la leche?", o bien "Papi, dónde queda Cotar? daleee, llevame con el auto, quiero ir a visitar a la Vaca que sirve la leche". A estos interrogantes, los buenos padres contestaban: "Sí, Saurita, si te portás bien vamos a ir a Cotar", "Sí, Saurita, si te tomás toda la leche iremos a Cotar a ver a la Vaquita"...

Pero un día aconteció algo terrible. Saurita no recuerda quién de los dos buenos padres le dio la nefasta noticia, pero sí recuerda el cansancio en los ojos progenitores, el estar sirviendo la leche como al descuido, pensando quizás en las cuentas por pagar. "No, Sauria, la Vaca no existe, tomá la leche y dejate de hinchar..!" Se pudo oir, en ese momento, el sonido del corazoncito de saurio bebé haciéndose trizas en el piso. "No, snif, cómo que no existe, la Vaca es mi amiga, ella me sirve la leche, mirá cómo se sonríe, mirá la pollerita tutú...". "No, no existe, es un dibujo en el sachet, tomate la leche de una buena vez..."

Así, estimados lectores, así es como Saurita se convirtió en Sauria, se le escamó la piel con anticipación, se le ofuscó la mirada, sus pulmones se llenaron de humo, su voz se volvió ronca, la magia se fue para siempre...

Así de triste ha sido mi infancia...




Nota para mi madre (que siempre me lee): no, mamá, es un post en clave de broma, no me dejaste ningún trauma, pude superarlo perfectamente, tuve una infancia feliz, solo extrañé un poquito (como 20 años) a la Vaca que era mi amiga, pero nada más...

Nota para ratones de Internet o coleccionistas de viejos sachets de leche: si llegan a ver a la Vaquita, por favor, les suplico, mandenme una copia!! Recompensaré generosamente...

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