yendo los saurios

viernes, 26 de mayo de 2006

cambio de planes

Esta mañana, como todos los viernes, salí con los minutos contados camino a clases, menudo trote que pego por la peatonal para llegar antes de que Valentini empiece a despotricar contra los que llegan tarde e interrumpen su discurso. Mis motivos son siempre valederos: pajerismo, salimiento progresivo del estado larval, reacción neuronal tardía, desayuno más prolongado que de costumbre, no encontrar medias limpias que ponerme...

Pero hoy, una vez más, me estrellé de narices contra la puerta cerrada doble candado de la facultad. Siempre hay un motivo para que esté cerrada la puerta: huelga, duelo, año nuevo chino y desinfección, tal era el caso de hoy. La cuestión que, dado el ímpetu que traía en mi alocada carrera, el golpe contra la puerta macisa me desacomodó un poco las ideas. El desconcierto ante la entrada vedada me dejó mirando embobada por la cerradura, a modo de poder convencerme del todo de mi destino. Y quedé ahí, tambaleante, con la mirada extraviada, en la angosta vereda.

En eso, se acerca una flaca, también angustiada ella: "Qué... vos tampoco sabías que desinfectaban hoy...?" me preguntó con mirada esperanzada, imaginando quizás que yo le daría la fórmula mágica que la hiciera sentir mejor por haber venido al pedo al centro, a la clase. Pero no, nada que le dijera podría sacarla del estado de desasosiego.

Así que me quedé, dubitativa, incrédula, descolocada de un trompazo de puerta de madera, sin saber qué hacer por unos instantes. Reaccioné de a poco, mandando algunos mensajes de textos del tipo "mierda, la facultad está cerrada de nuevo" como si algún ser humano del otro lado del receptáculo debiera apiadarse de mi estado.

Caminé, lentamente y mirando hacia atrás, unos metros hasta la peatonal, y ahí también el panorama fue desalentador. Muchas personas conocidas del ámbito académico caminaban sin rumbo, miraban vidrieras con los ojos extraviados, con los pasos inciertos. Algunos de ellos, como esos muñecos a cuerda que se atoran en la pata de una silla y mueven brazos y piernas en vano, se quedaban enganchados en postes, transeúntes y cestos de basura.

Sin dudas, el golpe había sido fuerte para todos. Menudo portonazo en la cara, una vez más, habráse visto...

(Corolario: me fui a conocer el nuevo depto de JP que me gustó mucho, estrené cebada de mates con mediaslunas y le dí unas interesantes ideas decorativas y botánicas)

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